Entre documentos antiguos, cartas olvidadas y objetos de arte, se entrelazan las vidas de tres mujeres separadas en el tiempo y en el espacio, pero unidas por el arte y también por el amor a los perros. La historia comienza con Nadia, una bailarina del mítico Moulin Rouge, que dejó un rastro de lujo, pasión y arte en París, y cuyo legado, que incluye una valiosa pintura de Richard Wilson (de la cuál ya hablamos en el anterior post), ha llegado hasta Vasari Tasaciones para su estudio.
Una vida de lujo y glamour en el París de entreguerras
Nadia, nacida en Rusia en 1900, se estableció en París, donde adoptó el nombre artístico de Nadia Keen. Su talento como bailarina brilló en el legendario Moulin Rouge, el centro de la vida nocturna de la época. Nadia se convirtió en una artista admirada, luciendo trajes elaborados y rodeándose de la élite parisina, que se reunía en busca de entretenimiento y glamour. Las crónicas de la época la describen como una mujer de sonrisa encantadora y un carisma que cautivaba a su público.
Al tiempo, Nadia conoció a George Henry Fairhurst, un adinerado coleccionista de arte. A pesar de la diferencia de edad (él era 17 años mayor que ella), su relación prosperó entre fiestas elegantes y cenas con la alta sociedad. Juntos, disfrutaron de la vida parisina y coleccionaron obras de arte que reflejaban su gusto refinado.
Más allá de las fiestas y el lujo, Nadia tenía una gran pasión: los perros. Dedicaba mucho tiempo y cariño a sus compañeros peludos, que la acompañaban tanto en los buenos como en los malos momentos. Las fotos de la época la muestran con distintos perros a lo largo de su vida, evidenciando su amor por ellos, que siempre fueron parte de su vida.
El Impacto de la guerra
La Segunda Guerra Mundial trajo tiempos difíciles. Entre los documentos a los que hemos podido acceder, se conserva una tarjeta de racionamiento de 1940, un testimonio de los años de privaciones que Nadia y George atravesaron en el París de la posguerra. Tiempo después, la relación de la pareja se deterioró, y Nadia pasó sus últimos años en soledad, rodeada de recuerdos y los objetos preciosos que coleccionaron juntos.
De París a Euskadi
A la muerte de Nadia, su fiel empleada, Encarnación, quien la había acompañado durante gran parte de su vida, heredó sus bienes, que incluían la pintura de Richard Wilson. Sin descendencia y perdido el vínculo con París, Encarnación se llevó consigo todos los objetos y recuerdos de Nadia a Ibarra, en Gipuzkoa, localidad en la que vivían sus dos hermanas. En el año 2013, la historia de Nadia y su colección de arte encontraron un nuevo capítulo cuando una joven local, muy unida a las hermanas como resultado de su pasión por los perros, se convirtió en la nueva heredera de la colección, incluyendo el lienzo de Richard Wilson.
Este legado tan viajero nos conecta con el esplendor del pasado, las noches de baile, los destellos de las joyas y también con la pasión compartida por tres mujeres que se han visto vinculadas, a lo largo de las décadas, por su amor a los perros. Una bonita historia de afinidades, amistad y lealtad a través del tiempo.